miércoles, 30 de septiembre de 2009

Libertad...


"Honduras", titula Vergara esta caricatura... Pero a mi me parece que tiene una pertinencia más universal...

¿Qué opinan?

lunes, 28 de septiembre de 2009

Para Honduras...

Me uno a Hadabruja, en su homenaje a la resistencia heróica del pueblo hondureño, con estos versos de Miguel Hernández, y con la canción de Serrat en sus años mozos...






El Herido
(1939)

I

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.


La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.


La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.


Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.


Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!


Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía.
de ensangrentadas puertas.


II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.


Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.


Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.


Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.


Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.


Miguel Hernández








"Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños"
Miguel Hernández

domingo, 27 de septiembre de 2009

6 de febrero de 1694: Macacos. La última expedición contra Palmares


El cazador de indios, matador de muchas leguas de indios, nació de madre india. Habla guaraní y portugués casi nada. Domingos Jorge Velho es capitán de mamelucos de San Pablo, mestizos que han sembrado el terror en medio Brasil en nombre de los señores coloniales y para feroz exorcismo de la mitad de su sangre.

En los últimos seis años, el capitán Domingos alquiló sus servicios a la corona portuguesa contra los indios janduim, alzados en el sertón de Pernambuco y en Río Grande do Norte. Después de larga carnicería llega a Recife, victorioso, y allí lo contratan para arrasar Palmares. Le ofrecen un buen botín en tierras y negros para vender en Río de Janeiro y Buenos Aires, y además le prometen infinitas amnistías, cuatro hábitos de órdenes religiosas y treinta grados militares para repartir entre sus hombres.


Con el catalejo en bandolera sobre el pecho desnudo, abierta la casaca grasienta, el capitán Domingos desfila a caballo por las calles de Recife, a la cabeza de sus oficiales mestizos y sus soldados indios degolladores de indios. Cabalga entre nubes de polvo y olores de pólvora y aguardiente, atravesando ovaciones y bandadas de pañuelos blancos: este mesías nos salvará de los negros alzados, cree o quiere la gente, convencida de que los cimarrones tienen la culpa de la falta de brazos en los ingenios y también tienen la culpa de las pestes y las sequías que están asolando al nordeste, porque no enviará Dios la salud ni la lluvia mientras no cese el escándalo de Palmares.

Y se organiza la gran cruzada. De todas partes acuden voluntarios, empujados por el hambre, en busca de ración segura. Se vacían las cárceles: hasta los presos se incorporan al mayor ejército hasta ahora reunido en el Brasil.


Los exploradores indios marchan adelante y los changadores negros a la retaguardia. Nueve mil hombres atraviesan la selva, llegan a la sierra y suben hacia la cumbre donde se alzan las fortificaciones de Macacos. Esta vez llevan cañones.

Varios días dura el asedio. Los cañones aniquilan la triple muralla de madera y piedra. Se pelea cuerpo a cuerpo, al borde del abismo. Son tantos los muertos que no hay donde caer, y continúa la degollatina entre las breñas. Muchos negros intentan huir y resbalan al vacío por los despeñaderos; y muchos se arrojan eligiendo el precipicio.



Las llamas devoran la capital de Palmares. Desde la lejana ciudad de Pôrto Calvo se ven los resplandores de la gigantesca fogata, que arde durante toda la noche. Quemar hasta la memoria. Los cuernos de caza no cesan de anunciar el triunfo.

El jefe Zumbí, herido, ha conseguido escapar. Desde los altos picos llega a la selva. Deambula por los túneles verdes, en la espesura, buscando a los suyos.


Fotos de Carf.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Doloroso vacío existencial...

Comparto este texto de Leonado Boff, que encontré en el blog de Alejandra.




Ser humano: poético y prosaico


Uno de los más inspirados poetas alemanes, Friedrich Höderlin (1770-1843), dijo lo siguiente: «El ser humano habita poéticamente la Tierra». Este pensamiento lo completó luego un pensador francés, Edgar Morin: «El ser humano habita también prosaicamente la Tierra». Poesía y prosa además de ser géneros literarios, expresan dos modos existenciales de ser.

La poesía supone la creación que hace que la persona se sienta tomada por una fuerza mayor que le trae conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos nuevos. Bajo la fuerza de la creación la persona canta, sale de la rutina y asume caminos diferentes. Surge entonces el chamán que se esconde en cada persona, esa disposición que nos hace sintonizar con las energías del universo, que capta el pulsar del corazón del otro, de la naturaleza y del mismo Dios. Por esta capacidad se descubren nuevos sentidos de lo real.



«Habitar poéticamente la Tierra» significa sentirla como algo vivo, evocativo, grandioso y mágico. La Tierra es paisajes, colores, olores, fascinación y misterio. ¿Cómo no extasiarse ante la majestad de la selva amazónica, con sus árboles cual manos tendidas hacia lo alto, con la maraña de sus lianas y enredaderas, con los sutiles matices de sus verdes, rojos y amarillos, con los trinos de las aves y la profusión de sus frutos? ¿Cómo no quedarse boquiabierto ante la inmensidad de las aguas que penetran lentamente en la espesura y descienden mansamente hasta el océano? ¿Cómo no sentirse lleno de temor reverencial al caminar horas y horas por la selva virgen, como varias veces me tocó hacerlo con Chico Mendes? ¿Cómo no sentirse pequeño, perdido, un bichito insignificante ante su incalculable biodiversidad?

Habitamos poéticamente el mundo cuando sentimos en la piel el frescor suave de la mañana, cuando padecemos bajo la canícula del sol de mediodía, cuando nos serenamos al atardecer, cuando nos invade el misterio de la oscuridad de la noche. Nos estremecemos, vibramos, nos llenamos de ternura y nos extasiamos ante la Tierra en su inagotable vitalidad y al encontrarnos con la persona amada. Entonces vivimos el modo de ser poético.

Lamentablemente son ciegos y sordos y víctimas de la lobotomía del paradigma positivista moderno quienes ven la Tierra simplemente como un laboratorio de elementos físico-químicos, como un conglomerado inconexo de cosas yuxtapuestas. No, ella está viva, es Madre y Pachamama.



También habitamos prosaicamente la Tierra. La prosa recoge la cotidianidad y el día a día gris, hecho de tensiones familiares y sociales, como los horarios y los deberes profesionales, con discretas alegrías y tristezas disimuladas, pero lo prosaico también esconde valores inestimables. Se descubren tras una larga estancia en un hospital, o cuando regresamos presurosos después de pasar penosos meses fuera de casa. Nada más suave que el sereno transcurrir de los horarios y de los quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de una navegación tranquila por el mar de la vida.

Poesía y prosa conviven y se alternan de tiempo en tiempo. Tenemos que velar por lo poético y lo prosaico de nuestras vidas, pues ambos se complementan y están amenazados de banalización.



La cultura de masas ha desnaturalizado lo poético. El ocio, que sería el momento de ruptura de lo prosaico, ha sido aprisionado por la cultura del entretenimiento que incita al exceso, al consumo de alcohol, de drogas y de sexo. Es un poético domesticado, sin éxtasis, un disfrute sin encantamiento.



Lo prosaico ha sido trasformado en simple lucha darviniana por la supervivencia, extenuando a las personas con trabajos monótonos, sin esperanza de gozar del merecido descanso. Y cuando llega son rehenes de quienes han pensado todo por ellas, organizan sus viajes y les fabrican experiencias inolvidables. Y lo consiguen. Pero como todo es artificialmente inducido, el efecto final es un doloroso vacío existencial. Y entonces les dan antidepresivos.

Saber vivir con levedad lo prosaico y con entusiasmo lo poético es indicativo de una vida plenamente humana.




Leonardo Boff es autor de El despertar del águila: lo diabólico y lo simbólico en la construcción de la realidad, Trotta, Madrid, 2000.
Fotos de Claudio Parente / swaily, Kaj Bjurman, blinked, jaffa48, subcomandanta, Miguel_CD.


A mí, creo que últimamente, ni poética, ni prosaicamente... digamos que me ha tocado vivir, proletariamente...

Donde debería estar.. Dónde he estado...