miércoles, 14 de febrero de 2007

Hergé, el creador de Tintín.




Hace tiempo bajé de nosedonde las historietas de Mafalda, Tintín y de Asterix. De niño y adolescente devoré estos cómics... Mi hijo Kico, sacó la misma pasión por ellos... Claro, nunca los tuve todos, ni conservo todos los que alguna vez tuve...

Aunque bajé las historietas en formato electrónico, no he tenido tiempo de ponerme a leerlas...
Hojeé algunas que no conocía... Como por ejemplo, Tintin en el Pais de los Soviets, que fue el primero de la serie. Y me preocupó por lo excesivamente panfletario... Y por eso tuve mis reparos de mostrárselos a mi hijo...

Hoy me encuentro un entrada en el blog de Sergio Dahbar, sobre Hergé... Aprovecho para compartirlo con ustedes, mientras lo converso con Kico...



El periodista de Hergé cumple 77 años.


El papá de Tintín era un tipo raro


Nunca se sabe para qué lado disparará el destino. El dibujante belga Georges Remi murió el 3 de marzo de 1983, a los 76 años. Lo había agobiado una enfermedad, que algunos familiares finalmente identificaron como una Leucemia irreductible.


Uno de sus biógrafos más serios, Pier Assouline, director de la revista Lire, precisó después que se trataba de Sida, posiblemente adquirida en transfusiones con sangre infectada que debió hacerse en Bruselas. Así se cerró el ciclo de un artista exitoso y complejo, que creó un personaje mítico y universal como Tintín.


Hergé (seudónimo que se origina en la inversión de las iniciales de su nombre, pronunciadas en francés) nunca combatió los horrores del nazismo en la Segunda Guerra Mundial: incluso los alentó con algunos de sus dibujos e ideas. La posguerra castigó sus silencios, sus complicidades, y sus zonas más oscuras con la soledad y el señalamiento público.


Estas debilidades y zonas grises nunca impidieron que su obra mayor se vendiera como pan caliente (150 millones de ejemplares de historietas de Tintín en 50 idiomas, desde la aparición de su primera saga en 1929), ni que personalidades como el General Charles De Gaulle, ex Presidente de Francia, reconociera a Tintín como su único rival en toda la francofonía.


Una biografía, Tintín y el mundo de Hergé, escrita por Benoit Peeters (Methuen, 1999), incluye datos concretos sobre los nexos entre este belga polémico y el nazifacismo que fustigó con saña al planeta en los años treinta y cuarenta. De esta investigación se tomaron algunos de los hechos más contundentes. He aquí algunos datos que parecieran ser incontestables y que podrían otorgarle una dimensión particular a la paternidad de uno de los comics más conocidos del planeta.

  • A los 18 años Georges Remi (Hergé) obtuvo su primer trabajo en el departamento de suscripciones Le vingtieme siecle, periódico de la extrema derecha católica belga. “Se lo debo todo a él’’, dijo en una oportunidad el dibujante refiriéndose al padre Norbert Wellez, editor de este medio. Pronto pasó a trabajar en el suplemento juvnil de este medio.

  • La segunda historia que escribió Hergé sobre Tintín, después de promocionar el lanzamiento inaugural en la Unión Soviética (episodio por cierto que no se consigue porque su autor lo consideró un pecado de juventud y no lo coloréo ni lo convirtió en libro, debido a que su única fuente de información proviene de un libro demasiado parcializado en contra del comunismo, Moscú sans voiles, de Joseph Douillet), fue una aventura en el Congo, la colonia imperial más extensa de Bélgica. Llena de caricaturas racistas sobre los habitantes africanos, el autor calificó siempre este libro como un pecado de juventud. Cuando lo publicó en forma de libro, dejó de hablarle a los niños del Congo de su tierra madre, Bélgica.

  • En las oficinas de Le vingtieme siecle, Hergé conoció a León Degrelle, joven periodista que a la edad de 22 años reportó desde México los acontecimientos que rodearon a una masacre de religiosos. Junto con sus notas, enviaba periódicos mexicanos con tiras cómicas de Estados Unidos, que influenciaron en su carrera posterior. ”Yo soy Tintín”, diría más tarde este periodista, fundador del partido fascista belga, y lider de las SS durante la Segunda Guerra Mundial.

  • Todas las historias iniciales de Tintín aparecían primero en periódicos y más tarde en forma de libro. En The Shooting Star, publicada en Le Soir, meteoritos impactan la atmósfera de la tierra y atentan contra su seguridad. En este entorno, dos judíos aparecen plenos de regocijo: uno le dice al otro que si la tierra es destruida, no tendrán que pagar las deudas a sus proveedores. Este cuadro fue suprimido por Hergé cuando la historieta pasó del periódico al libro. Seis días después del último episodio de la tira The Shooting Star aparecida en Le Soir, en mayo de 1942, a los judíos belgas se les ordenó usar estrellas amarillas.

  • En The Shooting Star, Tintín se embarca en una expedición humanitaria para rescatar un meteorito que cayó en el mar. Lo apoyan científicos alemanes. Una expedición enemiga es financiada por un banquero judío de Nueva York, Blumenstein, totalmente retorcido y malévolo. Cuando pasa del periódico al libro, después de la guerra, este banquero judío se transforma en un banquero del imaginario país de Sao Rico.

  • En 1941 Hergé encuentra tiempo para ilustrar un libro antisemita, Los dos judíos y sus apuestas. En los mismos periódicos en donde se promociona la salida de las nuevas aventuras de Tintín, con el capitán Haddock como figura publicitaria, aparecen anuncios significativos de los tiempos que se viven: “La victoria alemana construirá a Europa. El nacional socialismo puede llevarnos muy cerca de Dios. El trabajo es enorme y duro. El nacional socialismo puede caer, pero como es la gran fuerza de nuestro tiempo, todos debemos ser la base de sus esfuerzos’’. Hergé se mantenía en silencio.

  • Jan Bucquoy, artista y cineasta belga, ha acusado de manera sistemática a Hergé en los últimos 25 años. Alega que se trata de un traidor, porque publicaba caricaturas antisemitas para Bresseler Zeitung, periódico belga para alemanes durante los tiempos de la guerra. Hergé se defendió diciendo que “los chistes de judíos, de marselleses, y de escoceses, se han contados siempre y no hay nada de malo en ello. ¿Quién iba a imaginar que los protagonistas de esos chistes terminarían de la forma como todos sabemos, en los campos de la muerte de Treblinka y Auschwitz?’’.

  • En junio de 1946 Hergé comenzó a sentir ataques de depresión. Todas las personas que lo rodeaban eran solicitadas por las autoridades para ser procesadas, porque habían colaborado con los nazis. El padre Wellez, su antiguo mentor, llevaba cuatro años entre rejas. Este proceso comenzó a afectar su matrimonio. Hergé intentó salvarse con el psicoanálisis, visitó a un jungiano, le contó unos sueños, pero en verdad se recuperó al enamorarse de una mujer más joven que él, la adorable y bella Fany Vlamynck, quien había entrado a trabajar en su estudio de producción de historietas. Viuda ya, se casó con el inglés Nick Rodwel, quien se hizo cargo de la fundación Hergé. Rodwel es judío y ha confesado que si él hubiera descubierto que Hergé tenía un trazo de antisemitismo no se hubiera involucrado en esta organización.

Pudiera ser. Pero esa es otra historia.


Gatopardiano Tintín inició sus aventuras en 1929 con un viaje en tren al país de los soviéticos. Allí aparece reflejada una nación aplastada por la tiranía y el hambre. Nuestro reportero anda en busca de la verdad y descubre comunistas ingleses que visitan el país de los grandes cambios. Son engañados frente a fábricas que no producen nada: sus chimeneas muestran el humo de la paja quemada, mientras afuera unos camaradas repiten: “A diferencia de los cuentos de las naciones burguesas, nuestras fábricas trabajan a su máxima capacidad’’. Propaganda evidente que Hergé confirmó en entrevistas posteriores: “fui un anticomunista militante’’. Tintín sobrevive a bombas, choques, torvos agentes de la policía secreta. Finalmente cruza la frontera y obtiene la historia para publicarla en la prensa belga.


Una de sus últimas historias, Tintín y los pícaros, debería ser estudiada por los analistas que observan los procesos militaristas latinoamericanos. En esta aventura, que sucede en las selvas de Sudamérica, Tintín ayuda a un viejo amigo, el general Alcázar, a retomar el poder. Lo interesante es que a pesar de toda la retórica aparatosa y revolucionaria de este militar de cartón piedra, nada cambia en ese país. La imagen del final de Tintín y los pícaros muestra a unos policías patrullando las urbanizaciones más pobres. Igual que en los primeros cuadros de la historia, sólo con una diferencia: han cambiado sus uniformes. Hergé se había vuelto más cínico y si se quiere realista. La figura del general fue calcada de un barbudo caribeño que fuma puros, como lo ha verificado Michael Farr, en su libro Tintín, el sueño y la realidad (la historia de la creación de las aventuras de Tintín. Barcelona: Editorial Zendrera Zariquiey, 2002).


No existe otro héroe que encarne la resistencia europea como Tintín, la historieta que creó el belga Hergé en 1929.


Como suele ocurrir con los seres de ficción, Tintín nació siendo un adolescente de quince años, que usa pantalones de golf y no tiene familia conocida.


Reportero a tiempo completo, tras la pista siempre de una noticia asombrosa, este joven muerde el polvo de las aventuras más insospechadas, no importa la coordenada del planeta en donde deba pasar la noche ni el peligro que se le atraviese por el cuello.


En sus primeros años de celebridad popular, fijó su residencia en pensiones baratas que sólo usaba para dormir. Avanzadas las situaciones que le quitan el sueño, decide trasladarse al castillo de Moulinsart, de su viejo amigo, todo un lobo de mar, el capitán Haddock. Aunque a sus lectores más fanáticos nunca les importaron demasiado las incógnitas que despertaba Tintin en su vida cotidiana, numerosos biógrafos se han preguntado ¿de dónde sacaba dinero este aventurero nato para pagar sus gastos mientras le daba la vuelta al mundo? ¿Era un espía encubierto? ¿Tal vez un agente secreto?


Lo cierto es que nunca le tembló el pulso a la hora de acabar con gobiernos extranjeros, si lo creía necesario para sus fines humanitarios. Como tampoco pestañeó en el momento de convertir a dos policías incompetentes y gemelos en sus aliados, misteriosamente conocidos por nombres similares aunque diferenciados por la mera ortografía de una s: Thompson and Thompon en el original, Hernández y Fernández en la traducción castellana. Detalles curiosos que sólo puede permitirse un ídolo de tinta llamado Tintín, inmortal como Dorian Gray.

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