La luna vivía en el cuerpo de un gran shamán.
Cuando éste murió, ella salió a vagar por el cielo, pero regresó a la tierra para comer la ceniza de sus huesos. Cuando la vieron, los parientes del shamán le dispararon flechas, pero las flechas caían a tierra sin hacerle daño.
La luna las evadía escondiéndose tras las nubes. Pero al fin una flecha le dio, y empezó a derramar sangre que caía sobre la tierra.
De estas gotas de sangre nacieron los yanomami.
Luis Cocco, Iyeweiteri: Quince años entre los Yanomamos, a partir de un mensaje de La VaNe en Tropabol
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