viernes, 14 de diciembre de 2007

Nos lo cobrarán con sangre...

Nos lo cobrarán con sangre, dice José Roberto Duque... Y nos pregunta... ¿quién de nosotros piensa pagarles?

Dice también que siempre habrá alguien que lo dijo antes que uno y mejor que uno... Tal vez por eso mi blog termine siendo un corta y pega... Al menos es mi antología de lo mejor que me voy tropezando cotidianamente...

Duque nos trae en texto de Santiago Alba Rico, titulado La pedagogía del millón de muertos, que es el prólogo del libro Comprender Venezuela, pensar la democracia. El colapso moral de los intelectuales occidentales, de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero.


Me tomo la libertad de proponer mi síntesis. Santiago, presenta en perspectiva histórica nuestro momento revolucionario bolivariano.

Recuerda que la “transición democrática” en España fue el proceso que llevó de la crudeza de un golpe de Estado fascista, una guerra civil con su millón de muertos y una dictadura de cuarenta años –con sus cadáveres enterrados en las cunetas, sus desaparecidos, sus represaliados, sus miles de exiliados y torturados- al perdón condescendiente de los vencedores que por fin perdonaron a los vencidos. Los verdugos se avinieron a ser generosos con sus víctimas. En nuestras "democracias" las víctimas fueron obligadas a perdonar a los verdugos. En España no: los españoles aceptaron mansa y alborozadamente el perdón de Franco y su sucesores.

La violencia terrible que los pueblos de España soportaron durante cuarenta años, sirvió que los sucesores de Franco gobernasen un pueblo enteramente nuevo, que había olvidado –o aprendido a temer- la libertad. Así, los sucesores de Franco pudieron permitirse convocar elecciones, a sabiendas de que los españoles habían aprendido ya a votar "correctamente", sin poner en peligro la soberanía natural del capitalismo y la gestión del imperialismo estadounidense.

El dictador Francisco Franco acaricia al heredero de su sucesor. Foto publicada por Jaume d'Urgell ☭.

La “transición democrática” española, fue un episodio más en la colosal e inescrupulosa, minuciosa, versátil y sangrienta iniciativa pedagógica del capitalismo, destinada a enseñar a votar "juiciosamente"; es decir, destinada a ajustar la voluntad de los ciudadanos a la reproducción automática de los grandes intereses económicos.

En un mundo en el que la "Democracia" invade países, bombardea ciudades y construye campos de concentración, el sistema mismo de elecciones parece solamente una trampa concebida y fabricada por los poderosos. Pero no hay que olvidar, que el derecho al voto, extendido muy recientemente a las mujeres, fue una conquista popular duramente arrancada a los gobernantes; y que la democracia, incluso en su modelo representativo y sufragista, fue ganada en una lucha a muerte con un altísimo coste en vidas humanas.

El capitalismo, se limita a manejar la democracia como una estrategia pedagógica que no excluye ningún método, según las circunstancias y los países: manipulación legal, propaganda, soborno y, llegado el caso, fascismo. La guerra civil española sirvió de "ensayo" a las intervenciones estadounidenses en Latinoamérica a lo largo de la segunda mitad del siglo XX: cada treinta años se mata a casi todo el mundo y después se deja votar a los supervivientes.

Los 30.000 fusilados de la Comuna de París, en 1871, tras cien años de levantamientos y revoluciones en Francia, acabaron con el establecimiento de una "república democrática". Sesenta años más tarde se da al traste con la República española, continuada de 40 años de dctadura, para desenbocar finalmente en la misma “pedagogía del voto” capitalista que la recurrencia estadística ha acabado por asociar a América Latina.

Grabado de una escena de la Comuna de París, tomada de Brasiléia Desvairada.



Y apartir de aquí, cito textual a Santiago Alba Rico:

En Argentina, entre 1976 y 1983, la dictadura militar produce 30,000 muertos y desaparecidos, como consecuencia del principio establecido en 1977 por el general de brigada Manuel Saint Jean, gobernador de Buenos Aires: “Primero vamos a matar a todos los subversivos, después a sus colaboradores; después a los simpatizantes; después a los indiferentes, y por último, a los tímidos”.

Retratos de desaparecidos de las dictaduras argentinas, fotografiada por miss buenos aires.

En Chile, entre 1973 y 1988, Pinochet hace desaparecer al menos a 3197 personas y tortura a más de 35.000. Los propósitos “pedagógicos” del dictador, y los límites de la democracia restaurada por él mismo, fueron explícitamente expresados en una famosa declaración en vísperas de las elecciones de 1989: “Estoy dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones, con tal de que no gane ninguna opción de izquierdas”.


Bombardeo del Palacio de la Moneda en el que Allende se resistió a entregar el poder al dictador Pinochet. Foto tomada de Biografías y Vidas.

En El Salvador, entre 1980 y 1991, la guerra civil ocasiona 75.000 muertos y desaparecidos.


Mural con frase de Oscar Romero, fotografiada por MiMundo.org.

Al régimen del general Strossner, que zapateó Paraguay entre 1954 y 1989, se le imputan alrededor de 11 mil desaparecidos y asesinados, además de centenares de presos políticos y exilios forzados.

Foto de una concentración contra el dictador Stroessner tomada de StarMedia noticias.

Según el informe de la Comisión por la Verdad y la Reconciliación, entre 1980 y el año 2000 el balance en Perú es de 70.000 muertos y 4.000 desaparecidos. El general Luis Cisneros Vizquerra, presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas declara en octubre de 1983: "Para que las Fuerzas policiales puedan tener éxito, tienen que comenzar a matar senderistas y no senderistas. Matan a 60 personas y a lo mejor entre ellos hay tres senderistas. Esta es la única forma de ganar a la subversión".

Foto de víctimas de la política de terrorismo de Estado y desaparición, dirigida por las fuerzas del orden peruanas, publicada por javi270270.

En Guatemala, entre 1960 y 1996 se registran 50.000 desaparecidos y 200.000 muertos, según la comisión de Esclarecimiento Histórico de 1999, que atribuye el 93% de las víctimas a los militares.

Foto de pancarta en protestas contra la impunidad, en Guatemala, tomada por emma_em.

En Uruguay, entre Junio de 1973 a Febrero de 1985, uno de cada cinco ciudadanos pasó por las cárcel; uno de cada diez fue torturado; una quinta parte de la poblacion (unas 600.000 personas) se vio obligada a emigrar, cientos desaparecieron; otros sencillamente fueron asesinados.

Foto de graffitis sobre un barco abandonado en el Río Uruguay, Colon, Entre Ríos, Argentina, tomada por slcampeon2007.

En Haití, bajo la dinastía de los Duvalier entre 1957 y 1986, son asesinadas más de 200.000 personas, a las que hay que añadir las miles de víctimas del golpe de Estado de Raoul Cedras contra Aristide y las que se han producido en los dos últimos años tras el nuevo derrocamiento violento del presidente electo y antes de la victoria electoral de René Preval.


Foto de josephwenkoff durante las elecciones de 2006.

En Nicaragua, la dictadura de los Somoza produce al menos 50.000 muertos, a los que hay que sumar otras 38.000 víctimas mortales como consecuencia de la guerra de baja intensidad sostenida en la década de los 80, con el apoyo y financiamiento estadounidense, contra el gobierno democrático sandinista.



Foto de mujer sandinista, tomada del blog Gringos Against CAFTA.

El caso de Colombia adquiere dimensiones casi dantescas. La magnitud del exterminio es tal que no hay cifras totales, ni siquiera aproximadas, para los últimos 40 años de “pedagogía del voto” capitalista. A partir de los años 80 se calcula en torno a los 20.000 muertos todos los años, 4.000 de ellos relacionados con la violencia política (lo que, extrapolando abusivamente los datos, daría un cómputo global de unos 200.000 muertos desde 1965). Sólo en los últimos años, las Asociaciones de Familiares Desaparecidos han denunciado 7.000 desapariciones; el número de desplazados internos en los últimos 20 años es de 3.500.000. Colombia registra el único caso conocido de un verdadero y sistemático “genocidio” político ejecutado contra una fuerza legal, la Unión Patriótica, 5.000 de cuyos miembros –diputados, senadores, afiliados- fueron asesinados en 10 años, haciendo ciertas las declaraciones de un miembro del ELN, según el cual en Colombia “es mucho más peligroso hacer política que luchar en la guerrilla”.

Foto de mural contra los abusos que comete la multinacional española Repsol en Colombia, publicada en Acompaz.

A los muertos de la “pedagogía del voto” capitalista en los países mencionados, habría que añadir las miles de víctimas en la República Dominicana, Honduras, Brasil, México, Bolivia o la propia Venezuela, ortopédicamente dirigida durante décadas por las dos tenazas del cangrejo adeco-copeyano y cuyo último episodio sangriento fue el llamado “caracazo” de 1989 con sus entre 400 y 2000 civiles asesinados, según las fuentes. La “pedagogía del voto” capitalista, con sus millones de muertos, ha pretendido que los latinoamericanos supervivientes acudiesen a las urnas, cuando eso se les ha permitido, bajo la amenaza oligárquica de esta alternativa terrible: el voto o la vida.

Foto del Caracazo, tomada en el web Prohibido olvidar.
Pero precisamente Venezuela ha demostrado que se puede votar libremente y, del mismo modo que el miedo es contagioso, también lo es la audacia. Los latinoamericanos, a pesar de los muertos, los torturados y los desaparecidos, a pesar del desierto inducido en el que sólo crecen el olvido y el terror, ha perdido el miedo a votar incorrectamente. Es decir, democráticamente. La nueva democracia latinoamericana, como nos lo recuerdan las jornadas de abril del 2002 en Venezuela, expone a un peligro adicional a sus pueblos: cuanto más incorrectamente voten más recurrirán los EEUU (y sus aliados europeos) a “pedagogías” clásicas y extremas. Cuanto más aislados estén sus pueblos, más tentados se sentirán los EEUU (y sus aliados europeos) de recurrir a la violencia “educativa”.

Por eso la defensa de Venezuela debe ser epidémica; es decir, bolivariana; es decir, depende del contagio irresistible de la audacia –que ya se anuncia- al mayor número de países, de manera que, como quería Bolívar, una vasta confederación latinoamericana sea capaz, mediante ALBAS o auroras, de disuadir de momento (a la espera del despertar de su propio pueblo) al imperialismo estadounidense y a las fuerzas que lo apoyan.

Alerta Duque, que al final del tunel, lo que hay es plomo... Cuando vengan a cobrarnos con sangre, ¿estaremos a la altura de tantos otros, que han vertido su sangre, para abrirnos caminos de libertad? ¿Quién de nosotros está dispuesto a pagar su couta?

Cuenta Aileen O' Carroll, que entre los 50.000 arrestados de la Comuna de París, Louise Michel, en su juicio, pidió ser fusilada diciendo: "Parece que cada corazón que late por la libertad sólo tiene derecho al plomo, pido mi parte".

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